El que planto un emblema
Y escribió un poema
El que encontró la llave
Pronunciando el brillo de tus ojos negros
Que eclipsaron el sol que hay en mí.
Fuiste tú mi golondrina
Que conjuro el adiós de mi velero
Que navegaba en las costas de tu piel
La geografía que perpetúa
La serena tentación por pronunciar
El pecado intimo
En el acantilado prohibido
Del conjuro de tu piel.
Este es el verso perfecto
Que dictaminan los matices
Que emergen del bálsamo celestial
Que arropan el universo
Venerando la luz eterna
Que sobresale de ese abismo inadvertido
Que conservo las huellas
De las caricias de tu piel.
Naufragando por los suspiros
Que presagiaban el anhelo de pasión
Pecado e ilusión
Que embargaba
El eco de mi imaginación.
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